jueves, 28 de mayo de 2015

Catherine Howard, "No other will but his" (Parte 12)



Tamzin Merchant como Catherine Howard en la serie The Tudors (2009-2010)

32) El humor del rey "peligra"

A finales de febrero 1541 Enrique VIII sufrió un gran ataque de fiebre. Una de las úlceras seguía abierta, agravando su estado de salud, para "gran alarma" del rey. Marillac, el embajador francés, informaba de que sus cambios de ánimo eran extraordinarios y salvajes.  Se llegó a pensar durante unos días que el soberano podría morirse. El dolor en sí ya era una razón obvia que provocaba esos arrebatos de cólera, pero su humor se percibía aún peor debido al hecho que el monarca estuviera refunfuñando sobre la ejecución de Thomas Cromwell (según él, "el servidor más fiel que tuvo nunca"), ocasionada por sus ministros "con vanos pretextos, con falsas acusaciones". En la mente de rey, según Marillac, surgían pensamientos amenazadores sobre algunos de sus principales hombres durante la enfermedad. Tampoco los súbditos de Enrique VIII eran tratados con menos dureza. "Él tenía que gobernar a un pueblo infeliz", gritaba, a quienes "dentro de poco haría tan pobres que no tendrían ni la osadía ni el poder para oponérsele". El dolor intenso reflejó claramente las dos cualidades menos atractivas del soberano inglés: su autocompasión, todo era culpa del otro, y su obstinación, nadie debía oponérsele en nada en ningún momento. Los cortesanos estaban en un sinvivir, al acecho de lo peor. 


Keith Michell interpretó a Enrique VIII en la serie Henry VIII and his six wives (1972)


Su sufrimiento era tan grande que no quería ni siquiera escuchar música y permanecía cerrado en sus aposentos. La vida en la corte se detuvo y muchos miembros de la casa fueron enviados fuera del palacio a sus domicilios. La corte se asemejaba "más a una familia privada que el séquito de un rey". Además, Enrique estuvo al menos durante diez o doce días de marzo de 1541 sin ver a Catherine. La bella y joven reina no estaba entre quienes lo atendían en su lecho de enfermo por deseo del propio rey. Es comprensible ya que verlo en aquél estado podría ensombrecer el encantamiento del los primeros meses de matrimonio. El monarca no deseaba por nada en el mundo que su nueva esposa lo vislumbrase en un estado lamentable y que sintiese por él pena o incluso asco por su pierna tumefacta que supuraba. No sería de extrañar que en aquél momento la reina comenzara a sentirse frustrada. La corte seguramente estaría aburrida y los días parecerían eternos. 


Catherine no paraba de preguntarse lo que había hecho para disgustar tanto a rey. La respuesta era nada, pero no sirvió de consuelo para su mente. La falta de contacto entre los esposos dio lugar a habladurías en el sentido de que había un distanciamiento entre ellos. Tan deprimido estaba Enrique VIII que pasó toda la Festividad de Carnaval enojado en su tienda de campaña sin bailar y sin compañía, y Catherine por lo tanto estaba obligada a permanecer los pocos últimos días antes de la Cuaresma inmersa en una atmósfera sombría, la cual estaba poco habituada. 





33) Una ilusión

Como después de la tormenta llega la calma, en época de Pascua la pierna de Enrique había mejorado y su depresión comenzaba a disiparse. Tras recuperarse de su enfermedad el rey decidió llevar a su joven esposa consigo a una importante expedición: ese recorrido por el norte que hasta entonces nunca había hecho, ya que el embarazo de Jane Seymour lo había llevado a posponerlo. Cuando regresaron del viaje empezó a circular un rumor de lo más jugoso. Según nos cuenta Marillac en una carta del 10 de abril, "se cree que la reina está embarazada, lo cual sería una gran alegría para este rey, que, al parecer, cree que lo está y piensa, si resulta cierto, hacerla coronar en Pentecostés. Los jóvenes lores y caballeros de esta corte practican diariamente para las justas y los torneos que se celebrarán en tal caso." Se decía además que había bordadoras trabajando en muebles y tapicerías, utilizando copas y ornamentos arrebatados a las iglesias. Cuando el monarca se llevó sus más elaborados tapices, vajilla y trajes consigo al norte, Marillac parecía sugestionado a creer que la razón de tanta pomposidad era la futura coronación de "esta reina", que en general se esperaba que fuera en York, así como la gente de York esperaba "un duque".


Continuará...


Bibliografía: 

Fraser, Antonia: Las seis esposas de Enrique VIII, Ediciones Web, Barcelona, 2007.

Loades, David, Catherine Howard: The Adulterous Wife of Henry VIII, Amberley Publishing, 2012.


Weir, Alison: Enrique VIII el rey y la corte, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004

miércoles, 22 de abril de 2015

Catalina de Médici y la trágica premonición (II)


Catalina de Médici


Aquel tercer día de torneos, el 30 de junio de 1559, el rey Enrique II salió del palacio de Les Tournelles ataviado, como siempre, de blanco y negro y luciendo la media luna, el emblema de Diana de Poitiers. Catalina de Médici aún no se había recuperado desde el nacimiento y muerte de sus gemelas en junio de 1556 y el intenso calor de junio le molestaba. Catalina y Diana vislumbraron al monarca entrar en la liza, montado en su magnífico corcel turco llamado, Le Malheur, que para colmo significaba "Desgracia". El caballo era un obsequio del duque de Saboya, quien en unos pocos días se convertiría en cuñado del rey. La reina no pudo evitar sentirse angustiada, era de muy mal augurio que el palafrén haya recibido el apelativo de "Desgracia". Eso no podría traer nada bueno. 

La suerte favorecía a Enrique. Seis lanzas rompió con gran éxito en medio de las aclamaciones del pueblo e incluso de parte Catalina de Médici y Diana de Poitiers. Chorreando sudor y el cabello y la barba alborotados, con el casco y un trozo de lanza en la mano derecha, Enrique ll regresó por sexta vez al borde de la palestra montando a Malheur. El condestable Montmorency y el mariscal de Vieilleville le suplicaron que no combatiera de nuevo para complacer a la soberana que había tenido un mal sueño. El monarca se rió y contestó que todavía quería "romper una lanza" contra Gabriel Montgomery, conde de Lorge y noble capitán de la guardia escocesa, quien con veintinueve años, lo había descabalgado en los días anteriores. Según el rey, “Ese diablo estuvo ayer a punto de derribarme”. 

Volvamos con la premonición de Nostradamus. No deja de ser notoria su visión cuando se refirió a los dos leones. El león era signo astrológico de Francia y de su rey. Por otro lado, Montgomery combatía por el león heráldico de Escocia. Demasiadas coincidencias que comenzaron a atormentar a la reina.






Escudo de Escocia de 1558 a 1559, usado por María de Escocia siendo ya reina de esa nación y también delfina de Francia por su matrimonio con el futuro Francisco II. 


Catalina, que estaba cada vez más nerviosa, envió al rey un mensaje a través del duque de Nemours. Le rogaba que no cabalgase más "por el amor que le tenía". Y ante las súplicas de la reina, éste le transmitió una ambigua respuesta que pasaría a la posteridad:“Nuestro señor está decidido a combatir. Os manda decir que no combatirá precisamente, sino por el amor a vuestra majestad." 


Enrique II de Francia, de François Clouet


Gabriel de Montgomery era un hombre alto y robusto. Tan alto y robusto como el rey, su amo, su armadura reluciente de grandes hombreras y su yelmo cuadrado desprovisto de abertura y moldeado en una sola pieza le daban un aspecto aterrador. Montaba un caballo negro cuyo pesado arnés no parecía frenar su ímpetu. 


Gabriel de Montgomery, conde de Lorge (1530-1574)

El caballerizo mayor advirtió a Enrique II de algo sumamente importante: no llevaba la visera bien cerrada. En aquella ocasión, haciendo oídos sordos a los ruegos de su esposa y de sus sirvientes, incitó a su corcel y cargó contra Montgomery. Su embestida fue espléndida, sin embargo concluyó sin que ningún contendiente pudiera derribar al otro. Contrariado por este segundo empate y, contra las leyes de la caballería, sin apenas pararse, el monarca francés retó a su valiente capitán, once años menor que él, "a romper con él una nueva lanza." Montgomery, que sintió una punzada al respirar, intentó negarse, pero su rey, riéndose y lleno de júbilo, le ordenó que continuara. 


Continuará...


Bibliografía:

Kent, Princesa Michael: Diana de Poitiers y Catalina Medicis, rivales por el amor de un rey del Renacimiento, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005.

González Quevedo, Oscar, O Poder da Mente Humana: A Face oculta da Mente, Volumen 5, Ediçoes Loyola, Sao Paulo, Brasil, 1968.

http://hugomantilla.org/yahoo_site_admin/assets/docs/La_muerte_de_Enrique_II_de_Francia.1890708.pdf

jueves, 9 de abril de 2015

Catalina de Médici y la trágica premonición (I)

Enrique II de Francia y su reina consorte, Catalina de Médici, François Clouet, 1559

A raíz del tratado de Chateau-Cambresis (fijado el 2 de abril de 1559), que puso punto final a la guerra entre España y Francia, se organizaron casi a la vez dos bodas en París y grandes festejos por todo lo alto.

Como fruto de esa alianza se concertaron dos matrimonios:

-Manuel Filiberto, duque de Saboya, con Margarita, duquesa de Berry, hermana de Enrique II.


-Felipe II de España con Isabel de Valois, hija de Enrique II y Catalina de Médici. La paz consolidó la hegemonía española.


El enlace por poderes, en nombre del rey de España con Isabel de Valois tuvo lugar en Nôtre Dame el 22 de junio de 1559 en presencia de toda la corte francesa. Las celebraciones incluyeron banquetes, bailes y  bailes de máscaras, que se celebraron en los tres palacios parisinos: Les Tournelles, residencia de Enrique II, el Louvre y el Palais de la Cité. 

El compromiso oficial de Margarita de Valois, hermana de Enrique II, con el duque de Saboya, se produjo el 28 de junio. El matrimonio quedó fijado para el 2 de julio. Por lo tanto, durante los nueve días que separaban las dos bodas, se celebrarían, durante cinco días, justas y torneos. Era la diversión predilecta del rey Enrique, quien mostraba una habilidad excepcional sobre la liza. Aquellos días su intención era participar en las justas y divertirse. 


Margarita de Valois, futura duquesa de Saboya y hermana de Enrique II de Francia 

El recinto de los torneos preparado en la rue Saint-Antoine jamás había tenido un aspecto tan deslumbrante, con los escudos reales de Francia, España y Saboya colgado de los maderos de las gradas. En los extremos de la calle se erigieron arcos triunfales adornados con los símbolos de la paz y de la guerra. En ambos costados, se prepararon gradas para acoger a los espectadores. 

A pesar de todo, la reina Catalina de Médici se encontraba inquieta aquellos días de júbilo. La primera jornada de torneos, esposa del monarca francés sorprendió a su esposo pidiéndole audiencia a primera hora. El día se avecinaba soleado y grandioso y Enrique estaba inquieto y entusiasmado ante la perspectiva de sobresalir por encima de los demás ante Diana de Poitiers y ante un público numeroso compuesto de muchos visitantes extranjeros ilustres. Catalina dijo a su marido que había tenido un sueño. En él, había visto el rostro de Enrique cubierto de sangre. La soberana siempre había sido propensa a creer a todo tipo de supersticiones. Aquellos días su pánico se agrandó cuando su propio astrólogo, Cosmo Ruggieri, le advirtió del que el rey moriría en un duelo. 




Megan Follows y Alan Van Sprang como Catalina de Médici y Enrique II en la serie Reign, 2014. 



Afligida, la reina había mandado llamar al gran Nostradamus, quien había confirmado la premonición y predicho la muerte de Enrique II en sus Centurias. Esa controvertida Cuarteta de la Centuria I, 35, publicada en 1555, pregonaba lo siguiente:


"El león joven vencerá al viejo
En un campo de batalla o en un duelo singular;
Perforará sus ojos a través de una jaula dorada
Dos heridas en una, y tendrá una muerte cruel."

"Le lyon jeune le vieux surmontera
en champ bellique par singullier duelle,
dans cage d'or les yeux lui crévera.
Deux clases: une. Puis mourir, mort cruelle."





Años antes, Simeoni, uno de los astrólogos italianos de Catalina, le había notificado de que no debía permitir que Enrique compitiera jamás en un recinto de torneos. De hacerlo, el monarca francés acabaría muerto sobre la arena, con los ojos perforados. 
Otro astrólogo más, Luca Guarico,  en su "ante eventum" de 1552 había vaticinado que Enrique de Valois debía evitar todo combate en campo cerrado, especialmente a los cuarenta y un años porque en esta época parece estar amenazado de recibir una grave herida en la cabeza. Y curiosamente, el rey se acercaba mucho a esa edad pues acababa de cumplir cuarenta años...El celebre Guarico incluso envió una carta a Enrique para repetir todos los detalles de su presagio, pero al final no pudo disuadirlo. El rey se mostró incrédulo y creyó que aquello era inverosímil.


El miedo de Catalina era sincero. Su marido la intentó calmar diciéndole que no se trataba más que de un torneo, de una justa, no de un duelo. Al fin y al cabo, en las justas, el objetivo desmontar al contrincante, no herirlo. Aparte, ¿cuantas veces el rey había participado en torneos?, ¿acaso alguna vez le había pasado algo? Enrique no creía en las premoniciones, para él casi nunca acertaban. A pesar de todo, su esposa no se dio por vencida y cada mañana le rogaba que no participase en los combates. Enrique respondía con una sonrisa. Les dijo a Catalina y a Diana de Poitiers que tenía planeado competir en un recinto cerrado para instruir a los caballeros jóvenes a combatir con valor.




Continuará...

Bibliografía:

Kent, Princesa Michael: Diana de Poitiers y Catalina Medicis, rivales por el amor de un rey del Renacimiento, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005.

González Quevedo, Oscar, O Poder da Mente Humana: A Face oculta da Mente, Volumen 5, Ediçoes Loyola, Sao Paulo, Brasil, 1968.

http://hugomantilla.org/yahoo_site_admin/assets/docs/La_muerte_de_Enrique_II_de_Francia.1890708.pdf

http://es.wikipedia.org/wiki/Paz_de_Cateau-Cambr%C3%A9sis

http://www.esoterismo10.es/nostradamus-muerte-de-enrique-ii/

http://en.wikipedia.org/wiki/Luca_Gaurico