domingo, 12 de julio de 2009

Enrique VIII y sus pantorrillas

En 1515, Enrique VIII recibió en su espléndida corte a los embajadores venecianos. Tanto el monarca como el cardenal Wolsey vieron, en tal visita, una ocasión idonea para deslumbrar a los italianos y distanciarlos de Francia. Para entonces, Francisco I organizaba un ataque contra Milán, que reuniría sus tropas y se aliaría con los ejércitos de Venecia. En septiembre del mismo año, el soberano francés se enfrentaría a las fuerzas de la Confederación de Suiza, dueñas del ducado del Milanesado. El combate, conocido como la Batalla de Marignano, culminaría con la victoria de Francisco I y a cesión del Milanesado a la corona francesa.

Durante su estancia en Inglaterra, los embajadores venecianos fueron invitados a la famosa fiesta de mayo, y llegaron a Greenwich a una hora muy temprana el primer día de dicho mes. Enrique disfrutaba mucho con la llegada de la primavera y era una de sus celebraciones favoritas.

En cierto instante, los venecianos salieron al campo al encuentro del rey. Un carro triunfal, ocupado por cantantes y músicos, encabezaba el alegre séquito compuesta de cientos de guardias del monarca vestidos de color verde. Enrique, vestido de terciopelo del mismo tono, ropilla, birrete, calzas, les saludó cordialmente, volteando sobre un palafrén, que le había sido obsequiado por el Duque de Mantua.

Sin embargo, las aduladoras palabras recitadas por los venecianos, en un descanso de la fiesta, no satisfacían del todo la vanidad del soberano:

-Habládme - díjoles de pronto - . Decidme: el Rey de Francia, ¿es tal alto como yo?

-Escasa es la diferencia, Majestad.

-¿Es igual que yo de grueso?

-No, señor.

-¿Qué forma de pierna tiene?

El veneciano frunció el ceño.

- Tiene la pierna flaca, señor.

-Pues miradme a mí -
exclamó Enrique, desabrochándose la ropilla y luciendo la cadera.

Y luego, mirando al veneciano, dijo satisfecho:

-Y tengo, además, unas magníficas pantorrillas. Yo quiero mucho al Rey de Francia - agregó al cabo de un rato.


Bibliografía:

Hackett, Francis: Enrique VIII y sus seis mujeres, Planeta DeAgostini, Barcelona, 1996.

http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Marignano

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajajajaja primero presume de ser mejor que Francisco I para finalmente decir que en el fondo lo quiere mucho. Pero que vanidoso que era Enrique VIII

Muy buena entrada Caroline. Besos

José Luis López Recio dijo...

Muy buena la anecdota.
Saludos

Lady Caroline dijo...

María Tudor:La verdad es que Enrique VIII era una figura única, el ego lo tenía un poco subido la verdad...jaja

José: Gracias una vez más por tu visita.

Besos

isthar dijo...

Enrique VIII, dejó muy mal parados a los del signo de Cancer.
Era super-arbitrario, en todos los sentidos. Empezando por el terrible trato que les dio a Catalina de Aragon y a sus hijas.
Cómo se habrán sentido frente a tanta traición y desamor.
Un ser desorientado, incompetente, que por no se qué raro sortilegio, tanto poder llegó a sus manos.
Un raro especimen
Un abrazo
Besos Isthar

Lady Caroline dijo...

Isthar: Enrique VIII fue uno de los primeros monarcas absolutistas de su tiempo, era muy caprichoso. Cuando algo ya carecía de interés para él, hacía lo posible para deshacerse de esa carga. Catalina y María sufrieron mucho en sus manos, fueron testigos de sus arrebatos de cólera y de ira.

Besos