miércoles, 11 de septiembre de 2013

"Los Últimos Días de Ana Bolena" en versión Kindle




Por fin, después de mucho tiempo, decidí llevar a cabo este proyecto, reunir todos mis artículos sobre esta gran reina que inspiró mi espacio cortesano allá en el año 2008. "Los Últimos Días de Ana Bolena" se concibió inicialmente para una serie de 15 entregas publicadas entre mayo de 2010 y noviembre de 2011, fruto de mi investigación basada en ensayos de historiadores de renombre especializados en la época Tudor, entre ellos Eric Ives, Retha Warnicke y Alison Weir.   En  este breve relato de 42 páginas se analizan todos los hechos polémicos que derivaron en su vertiginosa caída, incluyendo testimonios de embajadores y crónicas de la época. 


 A partir de hoy está disponible en versión Kindle en la tienda de Amazon a través de este enlace: 



 Queridos lectores, estoy inmensamente agradecida por los bellos mensajes recibidos que cada día me impulsan más a seguir adelante. Ya sabéis que mi mundo cortesanos sin vuestro apoyo jamás se hubiera materializado. ¡Un fuerte abrazo de Lady Caroline!

Por cierto, desde hoy día 11 hasta el 15 de septiembre podréis descargarlo de forma gratuita.

jueves, 15 de agosto de 2013

La Brujería en los siglos XV y XVI (2)

Aquelarre, 1508, Hans Baldung

En el Martillo de las Brujas, Kraemer y Sprenger no se quedan cortos. Arremeten contra esas endemoniadas mujeres de todas las formas posibles y por haber: entre las hazañas de dichas brujas estaban el modo que ellas ingresaban en el servicio de Satán, las fórmulas de acatamiento al Príncipe de las Tinieblas, el rechazo y la abdicación a la fe cristiana y por supuesto su mayor habilidad, los conjuros. Estos encantamientos surtían efecto gracias a la intervención del demonio.

Además, los dos inquisidores nos presentan casos verídicos que prueban la existencia de esas criaturas poseídas por el demonio y hasta que punto llegaba su maldad. Por ejemplo, se relata de cómo en la aldea de Baldshut, de la diócesis germana de Constanza, una vieja (a la que se le titula de bruja), al no ser invitada a una boda, decide tomar venganza, conjurando a Satán para que el instante de mayor apogeo de la celebración provocara una granizada sobre el baile, estropeando así la fiesta campesina. La pobre señora fue acusada de dicha fechoría y condenada a la hoguera.



A nosotros, habitantes del siglo XXI, nos parece el cúmulo de lo absurdo semejantes creencias, pero la gente de aquellos tiempos jamás lo ponía en duda. Digamos que ellas eran como un chivo expiatorio en el que recaían todos los males de la humanidad. Y aún más si la supuesta bruja tenia un aspecto grotesco ( desdentada, desgreñada, vestida con harapos) y era vieja, fea y deforme. En suma, la imagen que desde que eramos niños no transmitieron en los cuentos de hadas. A que nadie se olvida de la escena de la Madrastra de Blancanieves disfrazada de bruja entregando una manzana envenenada a su dócil hijastra ¿O la vieja bruja del cuento de Hansel y Gretel que cocía a niños en un horno para luego comérselos?

Como percibimos, esa terrible caracterización sigue perdurando en nuestra retina, una estampa que por mucho que nos esforcemos en suavizarla, continuará rondando en la imaginación popular. Sabemos que hoy en día apenas hacen parte del mundo de las historias infantiles, sin embargo, como hemos expuesto, fueron frutos del miedo del pueblo con relación a las desgracias y contratiempos de su propia existencia. Era la solución más fácil, culpar a una pobre mujer vieja de catástrofes naturales e incluso de los propios errores.

Lo cierto es que el ser humano se pone  ansioso al convivir con la duda, necesita una aclaración rápida y concisa. Muchas veces somos incapaces de encontrar lógica en lo que ocurre a nuestro alrededor. Nos preguntamos el por qué de nuestra mala suerte y eso nos indigna.  Para la mente humana  es mucho más fácil relacionar lo feo con lo maligno. Lo feo, lo monstruoso provoca miedo, repele y causa aversión. Se huya de ello, por si resultase contagioso. Algo deforme sólo podría ser fruto de una copula pecaminosa... Dios castigaba a las parejas, dándoles hijos con mal formaciones genéticas, como es el caso de los gemelos siameses. Traer niños así al mundo era por culpa de la impropia conducta sexual de sus padres
.
También se les atribuían la tarea como auxiliadoras de Satán para que este pudiese ocupar los cuerpos muertos, desposeídos de sus almas, y así penetrar en el mundo de los humanos . Luego dichas criaturas maquinaban sus macabros planes, entre otros actuar como íncubos para seducir a jóvenes de las que tener hijos y así engendrar los hijos del demonio.

Bibliografía:

Fernández Álvarez, Manuel: Casadas, Monjas, Rameras y Brujas, La olvidada historia de la mujer española en el Renacimiento, Espasa Libros, 2010.

Frattini, Eric: Los Papas y el Sexo, Espasa Libros.

domingo, 11 de agosto de 2013

La leyenda de la Sirena Melusina



En la oscuridad del bosque el joven caballero oyó el rumor de la fuente mucho antes de alcanzar a ver el resplandor de la luna reflejado en la superficie e serena. Estaba a punto de acercarse a ella, ansiando sumergir la cabeza, beber de aquel frescor, cuando de repente se le paró la respiración al percibir una forma oscura que se movía allí abajo, dentro del agua. En el profundo seno de la fuente se discernía una sombra verdosa, algo parecido a un pez enorme, algo semejante a un cuerpo ahogado. Entonces la sombra se movío y se irguió, y el caballero vio lo que era: una mujer, temible en su desnudez que estaba bañándose. Cuando se incorporó y el agua le resbaló por los costados, su piel brilló más blanca que el blanco de la gran taza de mármol, y su cabello, negro como una sombra. Es Melusina, la diosa, del agua, que se encuentra en cascadas y manantiales escondidos de cualquier bosque de la cristiandad. Un hombre puede amarla si le guarda el secreto y la deja a solas cuando ella desea bañarse, y ella puede amarlo a su vez hasta que él incumpla su palabra, cosas que los hombres hacen siempre, y lo arrastre a las profundidades con su cola de pez, y transforme su sangre desleal en agua. La tragedia de Melusina, sea cual sea la lengua que la narre, es que un hombre siempre le prometerá hacer más de lo que es capaz de hacer a una mujer a la que no puede entender. Melusina le prometió que iría con él y que sería su esposa, le prometió que lo haría tan feliz como podría hacerlo cualquier mujer mortal, le hizo además una promesa que reprimiría su lado indómito, su naturaleza semejante a las mareas, que seria para el una esposa normal, una mujer de la que pudiera enorgullecerse, si él a cambio le permitía disponer de un poco de tiempo durante el cual pudiera volver a ser ella misma, durante el cual pudiera regresar a su elemento líquido, durante el cual pudiera desprenderse de toda pesadez que implica ser mujer y ser una vez más, sólo durante un rato una diosa del agua. Sabía que ser una mujer mortal es doloroso para el alma y también para los pies. Era consciente que tendría necesidad de estar a solas en el agua, debajo del agua, dejando que formara pequeños remolinos en su cola de escamas. Él le juró que le daría todo, todo lo que quisiera, como hacen siempre los hombres. Y ella confió en él sin querer, como hacen siempre las mujeres namoradas. Acordaron entonces que ella caminaría con los pies durante un mes seguido, que luego podría irse a su aposento privado, llenar Una gran bañera de agua y, tan solo por una noche, volver a ser pez. Y asi vivieron muchos años siendo muy felices. porque él la amaba y comprendía que una mujer no puede vivir siempre como un hombre. Entendía que ella no siempre podía pensar como pensaba él, andar como andaba él, respirar el mismo aire que respiraba él. Ella seria siempre un ser distinto, escucharía una música distinta, oiría un sonido distinto, conocería un elemento distinto. Comprendía que ella necesitaba pasar tiempo a solas. Comprendía que ella tenia que cerrar los ojos,sumergirse bajo la brillante superficie del agua, agitar la cola , respirar por las branquias y olvidar las alegrías y las penas de ser esposa...solo un rato, solo una vez al mes. Juntos tuvieron hijos que crecieron con belleza y salud, él gano en prosperidad y el castillo en que vivían se hizo famoso por sus riquezas y por su elegancia. También se hizo famoso por la gran belleza y dulzura de la mujer, y acudían visitantes llegados de tierras muy lejanas para ver el castillo, al señor mismo y a la bella y misteriosa dama que estaba casada con él.



 El esposo mortal que tenía Melusina la amaba, pero no acababa de entenderla. No comprendía su naturaleza y no estaba contento de vivir con una mujer que para él era un misterio. Permitió que un invitado lo persuadiera de espiar sus movimientos. Se ocultó detras de las colgaduras de su cuarto de baño y la vio nadar bajo el agua, vio horrorizado cómo brillaban, ondulantes, sus escamas, descubrió su secreto: que aunque ella lo amara, aunque lo quisiera de verdad, seguía siendo mitad mujer mitad pez. Él no podía soportar lo que ella era y ella no podia evitar ser lo que era. Así que él la dejó' porque en el fondo de su alma temía que fuera una mujer de naturaleza dividida...y no se dio cuenta de que todas las mujeres son criaturas que poseen una naturaleza dividida. No podia soportar que guardara un secreto, en que tuviera una vida que permanecia oculta para él. De hecho, no podia tolerar la verdad de que Melusina era una mujer que conocía las profundidades desconocidas, que nadaba en ellas. Pobre Melusina, que se esforzó tanto por ser una buena esposa, que tuvo que dejar a un hombre que la amaba y regresar al agua porque la tierra le resultaba demasiado dura. Al igual que muchas mujeres, no consiguió coincidir exactamente con el punto de vista de su marido. Le dolían los pies, no podia caminar por la senda que su esposo había escogido. Intentó bailar a fin de complacerlo, pero no pudo evitar el dolor. La sensación que sintió su marido cuando la vio con el agua resbalándole por las escamas y la cabeza sumergida en la bañera que habia Constr especialmente para ella, pensando que le gustaría lavarse, no transformarse en pez, experimento ese instante dd revulsión que algunos hombre sienten cuando comprenden, quizá por primera vez, que una mujer ciertamente es otra, que no es un niño aunque no sea débil como un niño, que no es una necia aunque él la haya visto temblar de emoción como los necios, que no es una persona malvada por su capacidad de guardar rencor ni tampoco una santa por sus arrebatos de generosidad.Ella no posee ninguna de esas cualidades masculinas. Lo que vio él era un ser mitad pez, pero lo que lo aterrorizó profundamente fue el ser una mujer. Melusina, la mujer que no pudo olvidar que en parte estaba hecha para el agua, dejó a sus hijos con su esposo y se fue con sus hijas. Los chicos crecieron y se hicieron hombres, se convirtieron en los duques de Borgoña, gobernantes de la cristiandad. Las chicas heredaron la visión de su madre y el don de conocer lo desconocido. Ella nunca volvió a ver a su esposo, nunca dejó de extrañarlo, pero él, en la hora de su muerte la oyó cantar una canción. Entonces supo, tal Como ella había sabido siempre, que no importa que una esposa sea mitad pez y el esposo sea totalmente mortal. Si hay suficiente amor, no hay nada, ni siquiera la naturaleza, ni siquiera la muerte misma, que pueda interponerse entre dos seres que se aman. 


 CUENTO copilado de la novela LA REINA BLANCA (The White Queen) de Philippa Gregory. Todos los derechos reservados.

viernes, 12 de abril de 2013

Explorando el mito: "El verdadero Richard III" (Introducción)

El rey Ricardo III. Este cuadro titulado "The Broken Sword", fue pintado póstumamente entre 1533-43 bajo el reinado de Enrique VIII.


Ricardo III pasó a los anales de la historia como uno de los más malévolos y despiadados reyes de Inglaterra. Poseía las habilidades y talentos que debía tener un gobernante, sin embargo, según pregona la leyenda, ordenó asesinar a sus propios sobrinos, Eduardo V y a su hermano Ricardo, duque de York. Su imagen, manchada hasta el día de hoy, se construyó en parte por la intensa obra de Shakespeare. Es inevitable que nos venga a la retina la figura de un monarca usurpador, tirano y monstruoso, capaz de cualquier acto de villanía por lograr el poder absoluto. Entonces, ¿ya está? ¿Nos conformamos con esa supuesta verdad? 

Como humanos que somos, sabemos discernir que en este mundo no todo es blanco o negro. Los matices grises son los que dominan nuestros actos, es lo que nos convierten en seres fascinantes y complejos. Para empezar, sólo podemos decir que el auténtico rey Ricardo no fue tan malo ni tan bueno como se le ha descrito. Parte de la imagen que ha llegado hasta nuestros días deriva de "The Tudor Propaganda" que incrementó sus atrocidades y actos despiadados, incluso lo retrataron como un ser deforme hasta los limites de la monstruosidad. Haremos  todo lo posible para intentar acercarnos a  ese verdadero hombre, que bajo un pesado manto negro escondía una gama considerable de claroscuros: desde su fiel amor por su esposa Anne Neville (no se le conoció ninguna amante mientras estuvo casado) hasta considerarlo el responsable por el asesinato de sus sobrinos.





Ricardo III y su consorte, Anne Neville

Poco más de cinco siglos han pasado desde que Ricardo III fue coronado rey de Inglaterra. Únicamente reinó durante dos años, de 1483 a 1485, hasta ser vencido por el futuro Enrique VII en la Batalla de Bosworth. Treinta años de guerras sangrientas, de 1455 a 1485, llegaron a su fin y las heridas de tan terribles contiendas cicatrizaron con el matrimonio de Enrique Tudor con Elizabeth de York. Por fin llegaba la paz, la unión entre las dos rosas, la roja de los Lancaster se fusionaba con la blanca de los York. Pero claro está, no hay rosas sin espinas, nada mejor dicho.

Como todos los que se codean con el poder, la ambición corría por las venas  de Ricardo. ¿Quién en aquellos tiempos no hubiese deseado ser el soberano de Inglaterra? Desde niño presenció las disputas entre primos, incluso entre hermanos: Los York y los Lancaster luchaban a muerte por un reino inmerso en un completo caos, donde las lealtades cambiaban según la marea de los acontecimientos.

Ricardo Plantagenet, el hijo más joven de Richard, III duque de York (1411-1460) y de Cecille Neville (1415-1495), nació el 2 de octubre de 1452 en el castillo de Fotheringhay.


El pequeño Ricardo consiguió sobrevivir a los periplos de la infancia y parece ser que luego pasó sus  primeros años de juventud en compañía de su hermano George, bajo los cuidados de su madre en  Fotheringhay. Después que su hermano mayor Eduardo IV ascendiera al trono en 1461, Ricardo fue  nombrado duque de Gloucester y enviado a que lo educaran como un caballero en el hogar del conde de Warwick en el castillo de Middleham en Yorkshire. Allí, Ricardo convivió con las hijas de Warwick, Isabella y Anne, y también con uno de los pupilos de conde, Francis Lovell, quien sería amigo suyo durante toda la vida. En ese enclave fue donde aprendió el arte de la guerra y las habilidades que se requerían para un noble de su posición, además de algunas nociones sobre leyes.

Ricardo fue esencialmente un niño que le tocó vivir una era violenta y tumultuosa, él mismo era el legado de una devastadora guerra civil. Su infancia y años formativos fueron eclipsados por batallas, traiciones y muertes atroces. Cuando apenas tenía ocho años de edad, su padre y su hermano Edmund murieron en campo de combate.

Durante la década de 1460, Eduardo IV favoreció más bien poco a su hermano pequeño, en realidad el que recibió todos los honores fue el hermano mediano, George, quién había sido nombrado duque de Clarence y llevado a vivir a la corte. Pero realmente quien permaneció incondicional al rey fue Ricardo, mientras George y Warwick se volvían en su contra, convirtiéndose en traidores de la corona.   Por lo tanto, el joven  duque de Gloucester caminó hacía la edad adulta en un inseguro y oscuro mundo, y dos veces sufrió la agonía del exilio.


Continuará...


Bibliografía:

Ashdown-Hill, John: The last days of Richard III and the fate of his DNA, The History Press, 2013.

Hicks, Michael: Richard III, The History Press, 2003.

Weir, Alison: The Princes in the Tower, Pilmico, London, 1992.

sábado, 9 de febrero de 2013

Entre embajadores y criptoanalistas...






Carpaccio, Vittore: "La llegada de los embajadores ingleses", Año 1498, Gallerie dell'Accademia de Venecia


Los testimonios de los diplomáticos resultan ser siempre una fuente de incalculable valor capaces de acercarnos como por arte de magia a una recóndita y alejada época.  Una "primary source" en toda regla que tenemos la suerte de todavía conservar en diversos archivos. Eran ellos los que redactaban las crónicas y que registraban todo lo que sucedía en los escondrijos de los palacios. Además, gracias a su pluma,  cobran vida todos los acontecimientos y festividades de las cortes reales de entonces, aunque, todo sea dicho, también fueron los responsables de propagar rumores y desvelar controvertidas verdades.

Por ejemplo, ser diplomático en la corte de Enrique VIII tenía sus pros y sus contras. Normalmente eran hombres de buena familia y educados a los que no resultaba fácil intimidar. No era costumbre asignarles alojamiento en  la corte salvo que el monarca así lo ordenara, no obstante se alojaban cerca de la residencia real y todos los gastos pertinentes corrían a cuenta de la corona inglesa. Ya veis que el rey no escatimaba gastos para tener contentos a los embajadores...

Otro cantar era la manutención que recibían de parte de sus señores. Se esperaba de un embajador una presencia que reflejase el status de su gobernante, pero por desgracia la mayoría de los monarcas europeos mantenían a sus diplomáticos a raya, escasos de ingresos y para colmo debían subsistir echando mano de sus propio dinero. Para su consuelo, tenían la suerte que Enrique era un tipo generoso que le gustaba agasajar a todos los embajadores en el momento que regresaban a su país. Ninguno se iba de Inglaterra sin una valiosa vajilla en su baúl.

El día día de un diplomático era una tarea ardua. Sus responsabilidades era muy grandes: debían velar por los intereses de su señor, facilitarles información útil y a menudo confidencial con lujo de detalles y la mayoría de la veces transcrita en códigos, e incluso tenían que resolver situaciones difíciles que exigían el máximo tacto. El problema es que a veces iban más allá de lo que les convenía. Como es nombrado en el artículo anterior, casi todos empleaban espías e informantes para averiguar secretos de estado y también lo que escondían los poderosos del reino. Muchas intervenían en los líos cortesanos y unos cuantos se encontraron en situaciones comprometidas. Ya veis que la inmunidad diplomática no siempre surtía efecto.

Tenemos varios ejemplos que hicieron caso omiso a esa supuesta inmunidad. Pero primero debemos  tener en cuenta que se les consideró desde el principio como espías potenciales. A comienzos del siglo XV, Enrique V de Inglaterra, por ejemplo, ordenó encarcelar a todos los embajadores franceses mientras desarrollaba sus planes de invasión con respecto al país galo. Luego ya en la Era Enrique VIII, vemos el ejemplo del cardenal Wolsey que desconfiaba bastante de los diplomáticos. Una de sus medidas fue ordenar a Sebastiano Giustiniani (enviado de Venecia en la corte inglesa entre 1515 y 1519) que le enseñara sus despachos antes de mandarlos a su señor. En 1524 interceptó la correspondencia del enviado imperial, Louis de Flandre, Sieur de Praet, lo puso bajo arresto domiciliario porque no le gustó lo que leyó y luego exigió que se fuera de Inglaterra.




 El arte de la Criptografía


El uso regular de la criptografía comienza en la Edad Media, con los árabes, y en Europa ello no sucede hasta el Renacimiento. Hasta entonces sólo se empleaba de forma esporádica, sin embargo,  En el siglo XV era una industria floreciente. El resurgimiento de las artes, de las ciencias y de la erudición durante el Renacimiento nutrió el desarrollo de la criptografía mientras que el hervidero de maquinaciones políticas proporcionó los alicientes necesarios para la comunicación secreta. 


Desde muy temprano en la historia se urdieron sistemas de cifrado para proteger la información secreta. Los más simples consistían en sustituir letras por cifras. Al intercambiar las letras de la misiva en series de números o símbolos sin ningún sentido aparente, se lograba preservar la valiosa información. Aunque claro, antes de más nada, había que entregar la clave de la cifra para el descodificado a receptor y emisor. Si tenéis la oportunidad de visitar un día el Archivo General de la Simancas, allí podréis apreciar decenas de documentos cifrados elaborados por el embajador de Isabel la Católica en Inglaterra, el doctor Rodrigo González de la Puebla, y más adelante por el cardenal Granvela, con instrucciones y negociaciones sobre la boda del futuro Felipe II con María Tudor, hija de Enrique VIII.



Nombrado secretario de cifras en Venecia en 1506, el veneciano Giovanni Soro es considerado hoy en día como el padre de la criptografía moderna. Se especializó en la tarea de descifrador de códigos, empleando sus conocimientos a la hora de descubrir los mensajes secretos que capturaban de los espías de los estados extranjeros. Además, Soro tenía la habilidad de romper los códigos que utilizaban las naciones vecinas, entre ellos los de Maximiliano I y posteriormente de Carlos V. En 1510, gracias a su enorme destreza, los otros estados se vieron obligados a reforzar su sistema de comunicación a un nivel mayor de sofisticación. Como resultado,la curia papal lo contrató para que descodificara los mensajes que su propio analista de códigos era incapaz de descifrar. Además, el papa Clemente VII a menudo enviaba misivas codificadas a Soro para que testara su grado de impenetrabilidad.


Cabe destacar también el francés Philibert Babou, criptoanalista del rey Francisco I de Francia. Babou había adquirido la reputación de ser increíblemente persistente, trabajando día y noche e insistiendo durante semanas para descifrar un mensaje interceptado. Desgraciadamente para el pobre Babou, mientras tanto el monarca francés aprovechó para vivir una larga aventura amorosa con su esposa...


Bibliografía:

http://en.wikipedia.org/wiki/Giovanni_Soro

Weir, Alison: Enrique VIII el rey y la corte, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004. 

 Jesús J. Ortega Triguero,Miguel Ángel López Guerrero,Eugenio C. García del Castillo Crespo: Introducción a la Criptografía: Historia y Actualidad, Universidad de Castilla la Mancha, 2006.


Espías y Agentes dobles durante la Edad Media, artículo perteneciente a la Revista Historia National Geographic, número 109, diciembre 2012.