Ana de Clèves, Retrato de Hans Holbein
Ana de Clèves (alemán: Anna von Jülich-Kleve-Berg) nació en la ciudad de Düsseldorf, el 22 de septiembre de 1515, siendo la segunda de los 4 hijos de Juan III, duque de Clèves, y de María de Julich, heredera de los ducados de Julich, Berg y Ravensberg. Como todos sabemos, pasó a la historia por haberse convertido en la 4ª esposa de Enrique VIII.
Más allá de la tristeza que embargaba a Enrique por la muerte de su esposa Juana, debió considerar celebrar un nuevo matrimonio, ya que resultaba conveniente a los fines de fortalecer sus alianzas de poder. En este sentido, necesitaba casarse con alguna candidata que lo aliara con el Sacro Imperio Romano Germánico que –liderado por el Emperador Carlos– representaba la mayor potencia de la época.
Entre las posibles esposas se encontraba la flamenca Ana de Cleves, princesa de una familia destacada de religión protestante luterana, lo que favorecería la posición de Enrique en Inglaterra como jefe de la Iglesia Anglicana que él mismo había creado.
En este sentido, a los fines de conocer el aspecto de la que sería su cuarta esposa, envió a la corte germana al pintor Hans Holbeín para que realizara un retrato de su prometida. Así lo hizo el gran pintor, sin embargo, por temor de desagradar al rey realizó un retrato retocado de la futura reina, ante el cual el rey aprobó y hasta se ilusionó con la nueva posesión conyugal. Pero cuando conoció personalmente a Ana de Cleves, no pudo menos que manifestar su desagrado. Según los cánones de la época, Ana era poco agraciada: era alta y corpulenta, y su rostro mostraba además marcas de picaduras de viruela.
Lamentablemente la educación de Ana no fue muy esmerada, María de Jülich, su madre, no permitían que se impusieran las excitantes ideas del Renacimiento en cuanto a la educación de las mujeres. Parece ser que la duquesa María era una católica estricta, que no compartía los ideales reformistas de su esposo. Se dice que Ana no sabía leer ni escribir en otro idioma que el propio, el dialecto llamado deutsch o dietsch, los ingleses lo llamaban holandés y lo encontraban extrañamente áspero al oído.
La corte de Clèves era mundo que nada tenía que ver con la Inglaterra del Renacimiento.Dicen que ella ocupaba su tiempo cosiendo, a igual que una de sus antecesoras, Catalina de Aragón. Lo que ocurría es que Enrique VIII estaba acostumbrado a esposas que podían hacer eso y mucho más. Como ya hemos nombrado en alguna ocasión, para el soberano inglés la música esra de suma importancia. El monarca necesitaba el canto y la danza como el aire que respiraba, daba por hecho que su futura consorte poseería talentos musicales.
El contraste con sus antecesoras era muy significativo: No se podía comparar con la instruída Catalina de Aragón, ni con los dotes artísticos de Ana Bolena. A la edad de veinticuatro años, era tímida, ignorante y humilde, además de estar mal preparada para enfrentarse las intrigas cortesanas.Sin duda no poseía el encanto para conquistar un marido corpulento y quisquilloso, inseguro en cuanto a su propia virilidad, casi veinticinco años mayor que ella.
Preso de esta decisión, ya que no podía negarse al casamiento por los altos intereses políticos y económicos que la novia representaba, contrajo matrimonio en 1540. De esta manera, Ana de Cleves se convertía en la cuarta esposa de Enrique VIII.
Ana había permanecido católica conservadora, aunque su familia era luterana. Entablo una relación prospera con la princesa María y se estima que su relación con el rey era buena. A pesar de esto, Enrique había puesto su atención en una dama que formaba parte del sequito de damas de honor de Ana, la bella Catalina Howard. De esta forma, el matrimonio entre Enrique y Ana estaba destinado a la ruptura. De hecho, Enrique consiguió que la fea flamenca, quizá temerosa de correr la suerte de la otra Ana (Ana Bolena), aprobara el divorcio, apenas transcurridos unos meses desde el día de la boda.Ana afirmó que no habían consumado el matrimonio. A cambio de ello, recibiría una importante renta vitalicia y el título honorable de "hermana del rey", siendo considerada una de las mujeres más ricas de Inglaterra. Como curiosidad recibió como regalo el Castillo de Hever, antaño propiedad de la familia de Ana Bolena.
Pasó el resto de su vida en el campo, siendo contadas las ocasiones que acudió a la corte. Entre sus apariciones públicas, podemos enumerar: la boda de Enrique VIII con Catalina Parr( su última esposa) y la coronación de su hijastra Maria I, cabalgando al lado de la princesa Elizabeth. Murió el 28 de julio de 1557, teniendo el previlegio de ser la ultima esposa de Enrique en fallecer. Fue sepultada con honores en la Abadía de Westminster.
La posición y fortuna de Ana de Clèves la convirtió en una mujer poderosa e independiente para su tiempo, siendo además una dama de carácter afable y amable con sus seres queridos y demás sirvientes, mostrándose siempre generosa con todos. Enrique a pesar de todo, sintió estima hacia ella, y en ocasiones le pidió consejos. Ana tuvo la inteligencia de manternerse en su lugar, ganándose el respecto y la admiración del reino.
Más allá de la tristeza que embargaba a Enrique por la muerte de su esposa Juana, debió considerar celebrar un nuevo matrimonio, ya que resultaba conveniente a los fines de fortalecer sus alianzas de poder. En este sentido, necesitaba casarse con alguna candidata que lo aliara con el Sacro Imperio Romano Germánico que –liderado por el Emperador Carlos– representaba la mayor potencia de la época.
Entre las posibles esposas se encontraba la flamenca Ana de Cleves, princesa de una familia destacada de religión protestante luterana, lo que favorecería la posición de Enrique en Inglaterra como jefe de la Iglesia Anglicana que él mismo había creado.
En este sentido, a los fines de conocer el aspecto de la que sería su cuarta esposa, envió a la corte germana al pintor Hans Holbeín para que realizara un retrato de su prometida. Así lo hizo el gran pintor, sin embargo, por temor de desagradar al rey realizó un retrato retocado de la futura reina, ante el cual el rey aprobó y hasta se ilusionó con la nueva posesión conyugal. Pero cuando conoció personalmente a Ana de Cleves, no pudo menos que manifestar su desagrado. Según los cánones de la época, Ana era poco agraciada: era alta y corpulenta, y su rostro mostraba además marcas de picaduras de viruela.
Lamentablemente la educación de Ana no fue muy esmerada, María de Jülich, su madre, no permitían que se impusieran las excitantes ideas del Renacimiento en cuanto a la educación de las mujeres. Parece ser que la duquesa María era una católica estricta, que no compartía los ideales reformistas de su esposo. Se dice que Ana no sabía leer ni escribir en otro idioma que el propio, el dialecto llamado deutsch o dietsch, los ingleses lo llamaban holandés y lo encontraban extrañamente áspero al oído.
La corte de Clèves era mundo que nada tenía que ver con la Inglaterra del Renacimiento.Dicen que ella ocupaba su tiempo cosiendo, a igual que una de sus antecesoras, Catalina de Aragón. Lo que ocurría es que Enrique VIII estaba acostumbrado a esposas que podían hacer eso y mucho más. Como ya hemos nombrado en alguna ocasión, para el soberano inglés la música esra de suma importancia. El monarca necesitaba el canto y la danza como el aire que respiraba, daba por hecho que su futura consorte poseería talentos musicales.
El contraste con sus antecesoras era muy significativo: No se podía comparar con la instruída Catalina de Aragón, ni con los dotes artísticos de Ana Bolena. A la edad de veinticuatro años, era tímida, ignorante y humilde, además de estar mal preparada para enfrentarse las intrigas cortesanas.Sin duda no poseía el encanto para conquistar un marido corpulento y quisquilloso, inseguro en cuanto a su propia virilidad, casi veinticinco años mayor que ella.
Preso de esta decisión, ya que no podía negarse al casamiento por los altos intereses políticos y económicos que la novia representaba, contrajo matrimonio en 1540. De esta manera, Ana de Cleves se convertía en la cuarta esposa de Enrique VIII.
Ana había permanecido católica conservadora, aunque su familia era luterana. Entablo una relación prospera con la princesa María y se estima que su relación con el rey era buena. A pesar de esto, Enrique había puesto su atención en una dama que formaba parte del sequito de damas de honor de Ana, la bella Catalina Howard. De esta forma, el matrimonio entre Enrique y Ana estaba destinado a la ruptura. De hecho, Enrique consiguió que la fea flamenca, quizá temerosa de correr la suerte de la otra Ana (Ana Bolena), aprobara el divorcio, apenas transcurridos unos meses desde el día de la boda.Ana afirmó que no habían consumado el matrimonio. A cambio de ello, recibiría una importante renta vitalicia y el título honorable de "hermana del rey", siendo considerada una de las mujeres más ricas de Inglaterra. Como curiosidad recibió como regalo el Castillo de Hever, antaño propiedad de la familia de Ana Bolena.
Pasó el resto de su vida en el campo, siendo contadas las ocasiones que acudió a la corte. Entre sus apariciones públicas, podemos enumerar: la boda de Enrique VIII con Catalina Parr( su última esposa) y la coronación de su hijastra Maria I, cabalgando al lado de la princesa Elizabeth. Murió el 28 de julio de 1557, teniendo el previlegio de ser la ultima esposa de Enrique en fallecer. Fue sepultada con honores en la Abadía de Westminster.
La posición y fortuna de Ana de Clèves la convirtió en una mujer poderosa e independiente para su tiempo, siendo además una dama de carácter afable y amable con sus seres queridos y demás sirvientes, mostrándose siempre generosa con todos. Enrique a pesar de todo, sintió estima hacia ella, y en ocasiones le pidió consejos. Ana tuvo la inteligencia de manternerse en su lugar, ganándose el respecto y la admiración del reino.
Fuentes Bibliográficas:
Fraser, Antonia: Las seis esposas de Enrique VIII, Ediciones B (Grupo Zeta), Barcelona, 2007.
http://www.portalplanetasedna.com.ar/mujer4_enrique.htm
http://englishhistory.net/tudor/monarchs/cleves.html
http://tudorhistory.org/cleves/