miércoles, 31 de agosto de 2011

Los archiduques de Austria atraviesan Francia (4ª parte)

Manuscrito iluminado extraído del "Cancionero de Juana I de Castilla" donde se pueden apreciar piezas musicales de la Corte Borgoñana. Biblioteca Real de Bélgica. Hacía 1511.

Durante los días que los príncipes estuvieron en Blois se celebraron una infinidad de misas, bailes, juegos, justas, cacerías y banquetes. Y tampoco faltarían los juegos de pelota que tanto le complacían a Felipe el Hermoso, ya que Luis XII se había informado bien y conocía al dedillo los gustos de su huésped. El rey de Francia tejió un plan perfectamente ideado para hacer valer su supremacía sobre el conde de Flandes, y éste accedió a su maniobra de buen grado dado su distinguida educación borgoñana. El encuentro duró en total diez días, del 7 al 17 de diciembre de 1501, mientras tanto franceses y borgoñones rivalizaban luciendo sus mejores trajes y alhajas.


El monarca francés logró que Felipe el Hermoso ratificara el Tratado de Trento en su nombre y en el de su padre, el emperador Maximiliano, y ambos acordaron prometiéndose la paz perpetua entre sus reinos, como hacía saber el confesor del rey en el sermón de la misa solemne con que se declaró la paz.Luis XII también aprovechó el momento para sellar una unión matrimonial entre su hija Claudia y el primogénito de Felipe y Juana, Carlos. Entonces apenas eran unos niños de dos años (el pequeño Carlos aún no los había cumplido). Finalmente, no se concretó ese ambicioso proyecto, pero en 1501 todas las partes tenían claro en que sería un hecho innegable que se produciría en el futuro.


Dos herederas, dos víctimas: Juana de Aragón y Castilla y Ana de Bretaña


Fragmento de la obra de Jean Pichore, Allégorie: raison et l´homme Du roy sanz filz...Doleur. Hacía 1503. 24 x 18 cm, en el manuscrito Des remèdes contre l´une et l´autre fortune. París, Biblioteca Nacional de Francia. En él vemos a la reina Ana de Bretaña con su hija Claudia en brazos vestida a la moda adulta. Detrás le acompaña su séquito de damas.

Mientras Luis y Felipe firmaban acuerdos y participaban en todo tipo de festejos, el momento decisivo de Juana para ser jurada heredera se acercaba; si bien debemos admitir que su figura durante la odisea del viaje fue totalmente relegada a un segundo plano. En realidad lo que afligía al monarca francés era la muy poderosa España, no el archiduque Felipe, y era ella quien debería haber ocupado un lugar más prominente en las decisiones de Estado, como las alianzas entre los reinos.

Desgraciadamente, Juana no tomó parte de los acuerdos. Como reacción a su exclusión se mostró indispuesta nada más llegar, y varias damas y caballeros la trasladaron a su aposentos por encontrarse "un poco delicada". Quizá también por la misma razón se haya portado de forma altiva con la reina de Francia, cuando declinó las monedas que le ofreció la soberana en misa, si bien que hay que precisar que no rechazó otros obsequios que le hizo. Esa actitud desdeñosa se había producido en consecuencia del trato recibido, no sabemos los motivos que conllevaron a ello, pero de lo que sí no cabe duda es que no estaba siendo tratada como la legítima hija de los Reyes Católicos.




Manuscrito iluminado sacado del "Cancionero de Juana I de Castilla" donde se pueden apreciar piezas musicales de la Corte Borgoñana. Biblioteca Real de Bélgica. Hacía 1511. Probablemente sea una imagen de Juana.

La archiduquesa de Austria era consciente del poderío que ejercía su madre, la reina de Castilla. No se esperaba menos de la princesa heredera y así lo hicieron patente los enviados españoles cuando la presionaron a que tomara parte de las negociaciones. Se exigía de ella un papel más activo, más participativo en el encuentro con el monarca galo. Era hija de los soberanos más poderosos de toda Cristiandad, ¿por qué entonces no hizo valer sus derechos?

Sin embargo, en Juana predominó el papel de esposa de Felipe, intentando no ensombrecer la estela de su marido. De la misma manera obraba Ana, la duquesa de Bretaña en relación al rey Luis XII. Juana no se engañaba y sabía a lo que atenerse. Por más que su herencia fuese tan importante como los reinos de Castilla y Aragón, en realidad, siguiendo el uso francés, no era más que la portadora de la herencia, ya que no tenía la potestad de administrarla, tarea que recaía sobre su esposo.


Juana de Castilla y Felipe el Hermoso. Vidrieras de la Basílica de la Santa Sangre. Brujas, Bélgica.

En Blois quedó evidente los límites de las damas en el gobierno. y eso entrañaba un gran obstáculo para Juana. La diferencia clave entre las dos herederas, Ana de Bretaña y Juana de Castilla, era que la primera se había resignado a cumplir su papel, (el ducado de Bretaña se había anexado a Francia al casarse con Luis XII y lo mismo había sucedido con su primer matrimonio con Carlos VIII) , respetando lo que la sociedad francesa de la época imponía y consideraba correcto; la mujer debía someterse a los designios de la ley sálica, en la cual al contraer matrimonio perdía la capacidad efectiva de gobierno para trasladar todos sus derechos a su marido.


Manuscrito iluminado obra de Pierre Gringore, titulada "Los abusos del Mundo". Vemos en la imagen a Luis XII recibiendo una copia del libro de parte de autor. Rouen, Francia. Hacía 1510.


Juana, por el contrario, procedía de un reino donde la ley sálica no tenía efecto. Un claro ejemplo de ello, era su madre, Isabel la Católica, que gobernaba por derechos propios, sin verse sujeta a los mandatos de su esposo, Fernando el Católico, rey de Aragón. La situación en la que se encontraba la archiduquesa de Austria acabó por sumirla en una mar de indecisiones. ¿Cómo conciliaría los deseos de sus padres con los de su marido?

Continuará...


Bibliografía:

Fernández Álvarez, Manuel: Juana la Loca, La Cautiva de Tordesillas, Espasa Calpe, Madrid, 2001.

Zalama, Miguel Á. Juana I. Arte, poder y cultura en torno a una reina que no gobernó. Centro de Estudios Europa Hispánica, 2010.

http://patrimonio-ediciones.com/en/facsimil/song-book-of-joan-the-mad

http://www.flickr.com/photos/7711591@N04/920067982/

http://www.themorgan.org/collections/works/IlluminatingFashion/manuscript.asp?page=45

domingo, 28 de agosto de 2011

Los archiduques de Austria atraviesan Francia (3ª parte)

Juana I de Castilla

Estancia en Blois: La acogida de Luis XII


Felipe el Hermoso se encontraba plácidamente a gusto en París, agasajado por sus gentes como si fuera el mismísimo soberano de Francia. Aquello era un honor grandioso y lo habitual en esos casos es que el envanecimiento alcanzara su cuota más alta. Sin embargo, debía desprenderse de ese estado de ensimismamiento y dejar de aplazar lo inevitable; reunirse con el rey galo.

Alojado en su castillo de Blois, junto al Loira, Luis XII esperaba la llegada de su vasallo, Felipe y de su esposa Juana. El vasallaje propiamente dicho provenía de unos de los títulos que ostentaba el hijo de Maximiliano, el condado de Flandes. El ducado de Borgoña ya había sido apoderado por Francia después del desastre de la batalla de Nancy en 1477, cuando falleció Carlos el Temerario. En aquel entonces, el interés real del soberano francés residía en Flandes, aunque no parecía que se buscara la anexión, sí quería dejar patente que el condado era feudatario suyo.




Castillo de Blois, ubicado en el Valle del Loira



Estatua ecuestre de Luis XII enmarcada en el Castillo de Blois

Felipe el Hermoso no se opuso al papel al que estaba destinado y lo escenificó a la perfección cuando irrumpió en la sala del palacio donde estaban los monarcas. Por tres veces se inclinó Felipe ante el rey antes de que él se levantara de su trono. Era evidente que no se trataba de iguales, señor y vasallo se saludaban como correspondía a su respectivo rango. Y no fue el archiduque el único al proceder de aquella manera. Juana prestó lo mismos homenajes que su esposo: bajó de su montura y, acompañada de algunas damas, fue a presentarse ante la reina Ana de Bretaña, haciéndole tres reverencias.


Colijn de Coter, La Virgen mediadora con Juana I. Hacía 1500. Óleo sobre tabla, 111 x 74 cm. París, Museo Nacional del Louvre.

Hay una anécdota que expone que Juana rechazó unas monedas que le ofreció la reina Ana para hacer una ofrenda en misa, mientras que Felipe sí tomó las que le dio Luis XII, entendiendo que aceptarlas era símbolo de vasallaje. Hasta en una situación de tal importancia queda manifiesta la obstinación de la infanta española. No obstante, se cree que el comportamiento reacio de Juana quizá fuera porque estaba cansada de la situación o por otras razones que no atinamos a comprender, o probablemente fue una actitud premeditada de mostrarse que estaba en igualdad de condiciones por ser hija y heredera de los Reyes Católicos.

En Blois se zanjaron importantes cuestiones políticas, como la ratificación del Tratado de Trento culminado entre Maximiliano y Luis XII el 13 de octubre de 1501, pero también hubo tiempo para las espléndidas fiestas. Recibidos por la gran nobleza de Francia, cuyos miembros salieron en función de su rango al encuentro de la comitiva de los príncipes a diferente distancia, al atardecer del 7 de diciembre llegaron a la villa. A las puertas del palacio cuatrocientos pajes del monarca llevaban antorchas para iluminar la entrada, donde se vislumbraban cien soldados suizos. Los soldados estaban colocados a lo largo de dos grandes salas, en una de la cuales se encontraba el rey. Cuando Felipe y Juana hicieron su llegada a Blois, el palacio no debía ser un edificio muy llamativo, los cronistas no narraron nada al respecto, y es que tal como lo conocemos hoy en día es fruto de significativas reformas que comenzaron aquellos años.


Gérard David, Las Bodas de Caná. Hacía 1500-1510. Óleo sobre tabla, 100 x 128 cm. Museo Nacional del Louvre. Pintura flamenca.

Luis XII quería maravillar a la difícilmente impresionable corte de Borgoña en cuestiones de opulencia y ostentación. Las estancias que ocuparon los archiduques estaban adornadas con paños de oro y seda, la cama tenía un cielo de oro y cortinas de damasco blanco, había alfombras por dondequiera que pisara. Había también tapices y caras telas por doquier, decoración en nada diferente al uso borgoñón o español. Todo era valido con el fin de manisfestar la riqueza y el poderío del personaje en cuestión.


Continuará...



Bibliografía:

Zalama, Miguel Á. Juana I. Arte, poder y cultura en torno a una reina que no gobernó. Centro de Estudios Europa Hispánica, 2010.

http://www.insecula.com/oeuvre/photo_ME0000059162.html


http://www.kimiko1.com/research-16th/TudorWomen/1500/1500MarriageCanaDavid.html


martes, 2 de agosto de 2011

Doña Sancha de Aragón, La Cautiva de los Borgia: Sexta Parte

Lucrecia Borgia y Sancha de Aragón se hicieron amigas. Al principio Lucrecia la podría haber visto como una amenaza, no obstante, ahora percibía que compartían intereses muy distintos y no había razón para temer que la princesa de Nápoles ocupara su lugar como protagonista del Vaticano. Entre las pretensiones de Sancha no estaba aspirar a una notoria posición y muchos menos eclipsar la estrella de su cuñada. Su tiempo transcurría entre fiesta y fiesta, gozando al máximo de los bailes y músicas que animaban el palacio papal.

En el verano de de 1496, Alejandro VI temía que los franceses invadieran nuevamente los Estados Pontifícios y aquello le dejaba intranquilo respecto a la seguridad de sus hijos. Una de sus órdenes fue pedir que Juan Borgia, el duque de Gandía, abandonase España. Durante los años de 1494 y 1495, Carlos VIII de Francia estaba decidido a ejercer sus derechos sobre el trono de Nápoles, invadiendo la península itálica. La velocidad y el poder del avance francés asustó a los otros gobernantes italianos, incluido el Papa y el duque de Milán, Ludovico Sforza. Ellos formaron una coalición anti-francesa, llamada "La Liga de Venecia". En Fornovo en julio de 1495, la Liga derrotó a las tropas de Carlos VIII y éste perdió casi todo el botín de la campaña para luego retirarse a Francia.



Retrato de Juan Borgia


Después de la partida del monarca galo, la llamada de Rodrigo Borgia se hizo tan urgente que los más plausible para Juan sería regresar al hogar familiar. Tuvo que dejar a su desconsolada esposa, la duquesa María Enríquez Borgia con su pequeño vástago, Juan, y un nuevo retoño que venía en camino.


Diez de agosto, día de San Lorenzo. Juan Borgia hace su entrada en Roma llegando a Civitavecchia. César lo esperaba a la entrada del puerto para acompañarle con todos los honores que se merecía al palacio apostólico, donde el duque de Gandía iba a alojarse. Lo agasajaron con una cordial bienvenida, deleitando a los asistentes con una pomposidad que no pasaba desapercibida. El duque iba sobre un caballo bayo enjaezado con "guarniciones de oro y campanillas de plata", además de una gorra de terciopelo oscuro, con las mangas y el pecho recamados de gemas y de perlas.



El Papa preparaba a su hijo Juan ejército y artillería y hacía venir a Roma, como lugarteniente del ejército, al duque Guidobaldo d´Urbino, hombre experto en el arte militar, pero sin la desmedida ambición de los Borgia, una garantía de seriedad y lealtad. En octubre de 1496, todo estaba dispuesto y el duque de Gandía nombrado capitán general de la Iglesia. Acto seguido comenzaron las campañas militares, en algunas salieron victoriosos y optimistas, conquistando diez fortalezas y otras, como la disputada contra Carlo y Giulio Orsini, cayeron rendidos ante la perspicacia del enemigo.

Terminado el agobio de las batallas, Juan se entregó a los placeres de las fiestas que para el regocijo del duque coincidía con los Carnavales. Claro está que hubiera sido una lástima desperdiciar un tiempo tan propicio a la diversión. En medio de la muchedumbre, vislumbró la presencia de la bella Sancha de Aragón, con sus ardientes y vivaces ojos negros que incitaban a un hombre a perderse entre sus brazos. Ambos tan pasionales e impulsivos, se dejaron abrumar por una pasión arrolladora.

Sin embargo, se iniciaba un conflicto fraternal imborrable. Lo que ocurrió luego entre César y Juan hasta hoy no se ha podido aclarar. Por otro lado, Sancha no le importó causar estragos entre los hermanos; quizás ya se había aburrido de su idílio amoroso con César y deseaba buscar la llama del placer en la compañía de otros hombres, ¿¿pero por qué con Juan?? ¿¿No había otros cortesanos que podrían satisfacer sus necesidades carnales?? A lo mejor, adoraba el arriesgado juego de las pasiones, vivir al límite resultaba excitante; o tal vez quisiera vengarse, afirmándose tres veces nuera del Papa, por su matrimonio con Jofre, y sus aventuras con César y Juan.







Continuará...


Bibliografía:

Bellonci, María: Lucrecia Borgia, su vida y su tiempo, Editorial Renacimiento, México D.F., 1961.

http://en.wikipedia.org/wiki/Charles_VIII_of_France

http://web7.taringa.net/posts/info/10048866/Los-Borgia-enredos-politicos_-escandalos-y-ambiciones_.html


Escenas de la primera temporada de la serie The Borgias (Showtime, 2011)