lunes, 12 de abril de 2010

Los símbolos y emblemas de Elizabeth I: 1ª Parte

Como sabemos, la Era del Renacimiento es conocida por sus diversos simbolismos en las obras de arte. La reina Elizabeth I de Inglaterra era una adepta esos juegos alegóricos, y en la entrada de hoy nos encargaremos de desvelar parte de esos misterios. A continuación, enumeramos algunos de ellos:

El pelicano era uno de los símbolos favoritos de Elizabeth, lo incluía en los retratos para reflejar su amor incondicional por su pueblo. Cuando los alimentos escaseaban, se creía las hembras pelicano daban picotazos en su pecho para alimentar a sus polluelos con su propia sangre y de esas forma los salvaba de una muerte eminente. Desgraciadamente, la madre solía fallecer en ese desesperado proceso. Se buscamos en el centro de su pecho, encontramos ese símbolo en forma de broche. Durante La Edad Media el pelicano venía a representar el sacrificio de Jesucristo, que murió en la Cruz para salvar a toda la humanidad. Por lo tanto, ese potente emblema de auto sacrificio, simboliza a la soberana como "madre" de la nación protestante y su compromiso por velar siempre por sus súbditos.


The Pelican Portrait (1575), obra de Nicholas Hilliard


Detalle del pelicano


El fénix, es un ave mitológica del tamaño de un águila, única en su especie, de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, de fuerte pico y garras. Se trataba de un pájaro fabuloso que se consumía por acción del fuego cada 500 años, y uno nuevo y joven surgía de sus cenizas. Por ello se convirtió en el símbolo de la resurrección, resistencia y vida eterna. En el siguiente cuadro, conocido con “el retrato del fénix”, el ave lo vemos reflejado en el medallón que porta la reina junto a su corpiño. Observamos que el fénix resurge de las cenizas, una clara alusión a su ascenso al poder y longevidad.



The Phoenix Portrait (1575), obra de Nicholas Hilliard


El armiño es un mamífero carnívoro de la familia mustélidos (Mustela Erminea), de piel parda en verano y blanca en invierno, excepto el extremo de la cola, que es negra. Según la leyenda, este animal prefiere morir antes que manchar su vestido inmaculado, por eso se lo considera en arte como símbolo de la pureza. Aparece en varios retratos suyos, donde también se contempla como un símbolo de estatus, ya que vestirse con su piel se limitaba a la realeza y la alta nobleza.



The Ermine Portrait (1585) , también obra de Nicholas Hilliard


Bibliografía:

http://www.liverpoolmuseums.org.uk/walker/collections/13c-16c/er1.aspx

http://www.nmm.ac.uk/explore/sea-and-ships/in-depth/elizabeth/representing-the-queen/portrait-of-elizabeth-i-with-a-pelican-emblem

http://www.nmm.ac.uk/explore/sea-and-ships/in-depth/elizabeth/representing-the-queen/symbols-and-emblems-used-in-elizabeth-portraiture

http://www.tudorhistory.org/elizabeth/gallery.html

http://www.elizabethancostume.net/gallery/qe-phoenix.html


http://es.wikipedia.org/wiki/F%C3%A9nix

http://historiarte.net/iconografia/virtudes.html

domingo, 4 de abril de 2010

La leyenda del Rey Arturo y el ascenso de la Dinastía Tudor


Enrique VII de Inglaterra

En 1485 Enrique VII fue coronado rey de Inglaterra, siendo el primer monarca reinante de la Casa Tudor. Obtuvo el trono del país gracias a su victoria sobre el rey Ricardo III, el último soberano de la Casa de York, en la Batalla de Bosworth ocurrida en el mismo año. La legitimidad del derecho a la corona de Enrique VII era bastante dudosa e incierta ya que sus pretensiones a la realeza se fundamentaban en un parentezco más bien lejano.

Su reclamo al trono provenía de su madre, Margaret Beaufort. Esta dama era bisnieta de John of Gaunt, duque de Lancaster, tercer hijo de Eduardo III, y su tercera esposa, Katherine Swynford, que fue amante del mismo durante veinticinco años. Cuando finalmente John se quedó viudo de Constanza de Castilla, hija de Pedro el Cruel, pudo desposarse con su amada Katherine en 1396; para entonces la pareja ya tenía cuatro hijos en común. En 1397, bajo el reinado de Ricardo II, los vástagos Beaufort fueron legitimizados. Más adelante su sucesor y usurpador, Enrique IV, reconocería la legitimidad de los hijos del tercer matrimonio de su padre aunque los apartó de la línea sucesoria.



Àrbol Genealógico de la Casa de Lancaster


Sólo gracias a un cúmulo de deposiciones y asesinatos, envuelto por un mar de venganzas y conspiraciones entre los miembros de la Casa de York y de Lancaster, permitieron al astuto Enrique Tudor convertirse en Enrique VII. Su ascenso en 1485, daría por finalizada la tormentosa Guerra de las Dos Rosas.


Para realzar su derecho al trono se apoyó en una famosa leyenda popular. Enrique VII, al igual que su padre, Edmund Tudor, había nacido en Gales, cuna del Rey Arturo y Sede de Camelot, y la descomposición que se encontraba el país después de la tumultuosa guerra, le permitieron alentar la leyenda conocida como "The Tudor Myth" de ser descendiente de los gloriosos britanos, estirpe del fundador Bruto y reencarnación de mítico Arturo y llamado, como él, a la regeneración de la nación.



El Rey Arturo

El nacimiento de su primer heredero, fruto de su matrimonio con Elizabeth York , se programó para que se llevaba a cabo en Winchester en Hampshire, donde según suposiciones de la época se hallaba Camelot. Como era de esperar, el niño se llamaría Arturo en homenaje al lengendario rey de la Tábola Redonda.

Es curioso también destacar que en el mismo año de su coronación se publicará Morte D´Arthur, de Thomas Malory. La escritura de la obra coincidió con el establecimiento de la primera imprenta en Westminster por obra de William Caxton quién la imprimió en 1485. La obra es un retrato del universo de la épica y el romance, con sus estrictos códigos de honor y amor cortés que impregnan las aventuras del mítico Arturo y sus caballeros. En definitiva, contribuyó enormemente en afianzar la creencia sobre el fantástico y heróico ascenso de Enrique VII al trono, una forma muy perspicaz de celebrarlo.

Para ilustrar este post, os pongo un video sobre la Batalla de Bosworth:

http://www.youtube.com/watch?v=AcmeKj6OHv8&feature=related


Bibliografía:

http://en.wikipedia.org/wiki/Henry_VII_of_England

http://en.wikipedia.org/wiki/King_Arthur%27s_messianic_return

Concha Muñoz, Ángeles de la; Elices Agudo, Juan Francisco; Zamorano Rueda, Ana Isabel: Literatura inglesa hasta el siglo XVII, editorial UNED, Madrid, 2009.

martes, 23 de marzo de 2010

Las damas de la corte y sus pomos perfumados

Si analizamos la cantidad de perfumes y hierbas aromáticas que se solían comprar para refrescar el aire de los palacios reales de Enrique VIII, podríamos concluir que, por lo general, la higiene personal brillaba por su ausencia. La existencia de un suministro de agua demuestra que la gente se lavaba, sin embargo no se sabe con qué frecuencia ni hasta qué punto. Muchas autoridades recomendaban lavarse a conciencia pero darse un baño podía resultar un operación complicada, toda vez que las bañeras de madera tenía que llenarse de agua, forrarse con sábanas y vaciarse después.

No había desodorantes y sólo las clases pudientes podían permitirse el lujo de adquirir perfumes, que los traían principalmente de Italia y consistían sobre todo en bolitas de ámbar gris, almizcle y algalia. A estas bolitas perfumadas las denominaban "pomos" (en inglés "pomander"), que era también el nombre de las bolas de oro afiligranadas que las contenían.

Desde la Edad Media hasta mediados del siglo XVIII, las damas de la corte acostumbraban llevar los pomos perfumados colgados del cinturón y se los acercaban a la nariz para protegerse de los malos olores y prevenirse contra las enfermedades contagiosas. Otras de sus funciones era hacer con que su ropa desprendiera un aroma agradable cuando caminaban y a la vez servian para purificar un poco el aire. Cabe destacar que la mayoría de las prendas elegantes se confeccionaban con tejidos que no podía lavarse y debían de despedir un olor muy rancio después de llevarlas varias veces, en particular si hacía calor. Menos mal que la ropa interior se lavaba con regularidad, junto con los paños de las capillas, la mantelería y las toallas.


Catalina Parr lleva colgado de su cinturón un pomo perfumado

Los pomos eran fabricados en distintos diseños. De tamaño medían aproximadamente entre 1,5 a 2,5 pulgadas de diametro (1 pulgada equivale a 2,54 cm), además de estar ricamente decorados y elaborados en oro y plata. La figura 303, a la izquierda, nos muestra un ejemplar de principios del siglo XVI. Dentro del pomo se aprecia una bola de perfume.

La figura 304, se remonta a la primera mitad del siglo XVI. Está elaborada en oro, esmalte y piedras preciosas. Se sujetaba por la parte superior y tenía dos tapas perforadas que desprendían dos aromas distintos.





Se menciona que la reina Catalina de Aragón tenía un pomo en 1530, donde aparecían grabadas las iniciales "H y K". De acuerdo con un inventario realizado en 1543, la princesa María Tudor tenía en su posesión largos cinturones de orfebre que sujetaban un pomo perfumado al final. Su hermana, Elizabeth I, también solía portar un pomo perfumado con rosa de damasco, ámbar gris entre otros aromas. Algunos incluso aparecían en la lista de regalos de Año Nuevo de la reina.



Maria I de Inglaterra, obra de Hans Eworth (1554). En la pintura se aprecia el pomo perfumado.
Bibliografía:


Weir, Alison: Enrique VIII el rey y la corte, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004.

Norris, Herbert: Tudor costume and fashion, Dover Publications Inc., NY, 1997.

http://www.theanneboleynfiles.com/resources/tudor-life/pomanders/

jueves, 11 de marzo de 2010

El amor cortés en el reinado de Enrique VIII


El culto a la caballería y al amor cortés, que imperaban en la vida de la corte de aquella época, frequentemente frenaban las pasiones que podían florecer en el ambiente sofocante de la corte. La lectura predilecta de los miembros de la nobleza eran las obras de caballería y los romances, que se habían extendido desde la invención de la imprenta.

El propio Enrique VIII aun siendo un típico príncipe del Renacimiento, estaba comprometido apasionandamente con los principios del código caballeresco medieval, y esperaba que sus cortesanos también lo estuvieran. Las leyendas del rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda le fascinaban, aunque hasta la Reforma no empleó su imaginaria ascendencia artúrica para justificar su definición de Inglaterra como imperio. La visión que Enrique tenía de sí mismo como caballero andante surtió un efecto profundo en su forma de tratar a las damas.

Desde el siglo XII, el arte del amor cortés había sido esencial para la interacción social entre los hombres y las mujeres de alta alcurnia. A un caballero le estaba permitido cortejar a una dama que acostumbraba a ser superior a él desde el punto de vista social y tal vez casada, en teoría inaccesible. En este complejo juego de galanteo, la dama era el ama y el caballero el fiel sirviente, sin embargo no existía ninguna relación física. El caballero llevaba el favor de la dama en el torneo, componía versos en su honor, le ofrecía obsequios infundados de significado simbólico o entablaba conversaciones llenas de ingeniosas insinuaciones.


Los juegos de palabras entre los amantes también eran muy populares en la corte de los Tudor, y cada miembro de la pareja adoptaba cifras compuestas por iniciales. Cuando Enrique VIII escribía apasionadas cartas de amor a Ana Bolena, a menudo remataba su misiva con un cifra, encerrando las iniciales de Ana en un corazón.



Los juegos cortesanos como, por ejemplo, la gallina ciega, el rescate, el volante y decir la buenaventura poseían un código oculto propio en el juego del amor cortés, al tiempo que el amor mismo era un asunto corriente en las diversiones, la poesía y las canciones de la corte; cada año en la víspera de San Valentín, todas las damas del palacio organizaban una rifa con el propósito de escoger pareja para el día siguiente y el elegido tenía que obsequiar a su dama con un regalo. El enamoramiento estaba de moda, no obstante quedaba muy lejos de las realidadades del mercado matrimonial.


Bibliografía:

Weir, Alison: Enrique VIII el rey y la corte, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004.


Si deseáis profundizar más sobre este tema, les recomiendo que visitéis el blog de María Tudor. En este interesantísimo artículo María nos expone detalladamente las claves del amor cortés.

jueves, 4 de marzo de 2010

Catalina de Aragón y su mono

Se cuenta que Catalina de Aragón tenía como animal de compañía un mono. Este bichito, traído desde las colonias españolas en América, era bastante exótico para una corte real de aquella época. Únicamente la nobleza podría permitirse el lujo de incorporarlos a su colección de animales salvajes, de modo que se convirtieron en símbolos de la realeza. Tanto era el aprecio que le profesaba la reina de Inglaterra que decidió retratarse con él.


El mono y el bufón

Este mono se cree que era compañero de juegos de Will Somers, el más famoso bufón de la corte. Will Somers entró a servicio de Enrique VIII en 1525 y fue el más conocido de sus bufones. Delgado y "de ojos hundidos", además de encorvado, se dice este comediante nacido en Shropsdhire llamó la atención de Richard Fermour, mercader de Calais, que lo llevó a Greenwich para presentárselo al rey. El perverso sentido del humor de Somers conquitó inmediatamente al monarca, que le ofreció un puesto en la corte. Entre los dos hombres nació una empatía instantánea y la gente no tardaría en decir que "en toda la corte pocos hombres eran más queridos que este bufón", que durante los siguientes veinte años dominaría al rey con su alegre cháchara y sería su compañero constante en las horas de ocio.

Somers era muy solicitado. Provocaba ataques de risa al monarca y los cortesanos, luego, con su mono sobre el hombro (podemos apreciarlo en el cuadro), andaba con afectación por la estancia mientras ponía los ojos en blanco. El mono hacía trucos y Somers contaba chistes y él mismo reía sin poder dominarse cuando llegaba el final del chiste, o imitaba sin piedad a quienes eran el objetivo de sus bromas. Sin embargo, Somers nunca trato de sacar partido de su amistad con Enrique VIII, tenía por norma permanecer en un segundo plano cuando no actuaba y velaba por su privacidad.

*Ilustración: El bufón Will Somers y el mono (fragmento de cuadro "La familia de Enrique VIII" pintado en 1545). Autor desconocido.

La iconografía del mono en el arte renacentista

Los monos en el arte renacentista normalmente simbolizaban frivolidad y aportaban una cierta alegría al cuadro. Pero los simios también solían representar los instintos sexuales. ¿Pero cómo una reina podría controlarlos? Volquemos nuestro interés en el cuadro a continuación. En este retrato de Catalina de Aragón de 1525, obra de Lucas Horenbout, vislumbramos este sentimiento de opresión a través de la cadena que sujeta al mono. Durante el siglo XVI, se creía que las mujeres poseían menos control sobre su sexualidad y eran más propensas al pecado de la lujúria que los hombres. Esa supuesta falta de dominio les hacían más débiles que ellos , por lo tanto la única manera de domar esos instintos era a través del matrimonio. La cadena representa que la soberana debe ante todo reprimirlos y mantener delante de sus súbditos una imagen pulcra y de total submisión hacía el monarca.


Miniatura de Catalina de Aragón, aprox. 1525-26. Obra de Lucas Horenbout

Posteriormente, se volvió a pintar un retrato de Catalina en 1530/31 muy similiar al de Lucas Horenbout, si bien que en esta obra encontramos algún detalle significativo que se ve alterado. Fijaros, por ejemplo, que Catalina le ofrece una moneda al mono y éste a su vez la rechaza. Finalmente, el animal opta por tocar un crucifijo que la reina tiene junto a su pecho. En este supuesto la interpretación es sencilla: el mono expresa su obediencia a la Iglesia Católica, reconociendo que la cruz es más valiosa que el dinero.

Ahora nos surge otra incógnita: ¿Es posible que el mono represente a Enrique VIII? Según Carlyn Beccia, el artista podría intentar transmitir el siguiente mensaje, " Enrique eres un mono tonto por ir en contra de la Iglesia Católica" o quizás el mono simboliza Ana Bolena y el autor pregona a los cuatro vientos que ella "es una tonta por jugar con la religión. Y por ello te pareces a una mona".


Catalina de Aragón, cuadro de 1530/31. Artista desconocido



Si encontráis algún otro detalle significativo, no dudeís en hacer vuestra aportación.

Bibliografía:

http://blog.raucousroyals.com/2009/02/passionate-love-monkeys_16.html


http://blog.raucousroyals.com/2008/09/royal-monkey-business.html


http://www.historicalportraits.com/InternalMain.asp?ItemID=32

Weir, Alison: Enrique VIII el rey y la corte, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004.

lunes, 22 de febrero de 2010

María de Borgoña y Maximiliano I de Habsburgo: novia rica, novio pobre


María, duquesa de Borgoña (retrato de 1479)


María de Borgoña nació en Bruselas el 12 de febrero de 1457. Era la única hija de Carlos, duque de Borgoña, más conocido con el Temerario y de Isabel de Borbón. Según la describía su futuro marido, Maximiliano, era como una princesa salida de un cuento de hadas: era pequeña, blanca como la nieve, con cabellos negros, una nariz chiquitina, una cabeza pequeña, un semblante agradable, a pesar de sus ojos ligeramente cansados y su boca demasiado grande.

María era la única heredera de un vasto y rico domínio, englobando el Ducado y el Condado de Borgoña y la mayoría del territorio de los Países Bajos. Por esta razón, a lo largo de su juventud estuvo siempre rodeada de diversos pretendientes que ansiaban su mano. Cuando todavía era una niña de cinco años, recibió su primera proposición para desposarse con el futuro rey Fernando II de Aragón. Más adelante hubo otros como El duque de Clarence, hermano de Eduardo IV de Inglaterra ; Nicholas I, duque de Lorena; Carlos de Valois, duque de Berry; y Carlos de Angulema, padre del futuro Francisco I. Conclusión, la lista era interminable, le llovían candidados por todos los rincones de Europa.


En 1477, Carlos el Temerario fue derrotado en la Batalla de Nancy, y María a sus diecinueve años pasó a ser la heredera de su vasto imperio. Luis XI de Francia no podría dejar escapar una oportunidad como esta, era el momento ideal para aspirar al Ducado de Borgoña, Franco Condado, Picardía y Artois. Para lograr su objetivo, solicitó a la duquesa borgoñesa que se casara con su débil y frágil hijo Carlos VIII, a pesar de que fuera trece años más joven que María. Pero María tenía voluntad propia. Había escogido un príncipe de la casa Habsburgo. La duquesa, aconsejada por su madrasta Margarita de York, declinó la amable la oferta del monarca francés.


María de Borgoña y Maximiliano I de Habsburgo
Brujas(Bélgica) , vidriera de la Basílica of the Holy Blood (apróx.1490)


Los jovenes ya se había visto en una ocasión, en Tréveris, en 1473. El futuro Maximiliano I, dos años más joven que María, era un príncipe alto, romántico, de espiritú sanguíneo y modales encantadores. Poseía una gran nariz aguileña, delicada educación, y la sangre portuguesa que corría por sus venas daba vida a su rostro. Sin embargo, había sido pobre toda su vida. Lo era tanto que no podía ir en busca de su futura esposa. Para que fuera visitarla a Gante, la duquesa le envió rápidamente dinero para equiparse y presentarse con pompa y esplendor ante su corte. Y así, fue el joven príncipe en su busca. Caballero y galante, Maximiliano se enamoró de María.

Maximiliano besó a su novia por primera vez delante del obispo de Tréveris. Era costumbre, en los enlaces reales entre extranjeros, que la joven escondiera una flor en su pecho, flor que tenía que buscar el novio. Maximiliano buscó en vano la dicha flor, hasta que el obispo suplicó a la princesa que aflojara su corpiño. La encontró entonces Maximiliano y en la mañana siguiente se casaron.

De aquella unión nacieron dos hijos, Felipe el Hermoso (1478) y Margarita de Austria (1480). María iba a dar a luz a un tercer hijo cuando sufrió una terrible caída. Ella adoraba montar a caballo y estaba de cacería con Maximiliano cuando su corcel tropezó, lanzándola al suelo y rompiéndole la columna. Días después María falleció. Esto ocurría en 1482 cuando apenas tenía veinticinco años. Su súbita muerte dejó toda la corte desconcertada y a Maximiliano desconsolado.

Años más tarde, en 1493, Maximiliano contrajo matrimonio por segunda vez con Bianca María Sforza, la hija de Gian Galeazzo Sforza, duque de Milán, pero no tuvieron descendencia.


Bibliografía:

http://en.wikipedia.org/wiki/Mary_of_Burgundy

Hackett, Francis: Francisco I, rey de Francia, Editorial Planeta de Agostini, Barcelona, 1995.

jueves, 11 de febrero de 2010

La rabieta adolescente de Carlos V

Retrato del príncipe Carlos de Habsburgo, futuro emperador y rey de España, cuando contaba con quince años de edad.


El príncipe Carlos de Habsburgo (1500-1558), futuro Rey de España y Emperador del Sacro Imperio, cuando todavía residía en los Países Bajos y la regencia estaba a cargo de su tía Margarita de Austria, fue prometido en matrimonio a una bella princesa inglesa llamada María Tudor (1496-1533), hermana del mismísimo Enrique VIII. El compromiso entre el heredero de Felipe el Hermoso y Juana de Castilla y la hija de Enrique VII e Isabel de York fue sellado en diciembre de 1507, cuando ambos contrayentes tenían siete y once años respectivamente.

Sin embargo, para el desaliento del joven príncipe, las alianzas políticas entre los reinos de Europa cambiaron drásticamente y el pacto fue rapidamente disuelto. En cambio, Enrique VIII, negoció un acuerdo de paz con el país galo, en el cual entregaba la mano de la princesa María al achacoso y viejo rey Luis XII de Francia. La ceremonía de bodas se realizaría en la catedral de Abbeville el 09 de octubre de 1514, cuando María Tudor contaba con dieciocho años de edad y su prometido, viudo de Ana de Bretaña, rondaba los cincuenta y dos años.

La boda de María Tudor y Luis XII


Mientras tanto, en Bruselas, el adolescente Carlos fue llevado al Consejo para oír de los labios de sus mayores que ya no se le permitiría desposarse con la princesa María de Inglaterra. El Consejo que se inclinaba en favor de Francia, no les supuso mucho pesar darle aquella mala notícia.

Carlos no tenía más de catorce años, no obstante contaba también con una parienta, una tía que se encargó de avivar su concepto de la propia importancia. Compareció, pues, ante sus consejeros dominado por la ira y el desconcierto.

- Endendámonos, ¿se me va a dar la esposa que se me prometió?
-Señor - le dijeron -, vos sois muy joven; y como el Rey de Francia, que es el primer Monarca de la Cristiandad, no tiene esposa, es a él a quien corresponde escoger primero.

Cuenta un veneciano que entonces el príncipe, que vio desde la ventana a un hombre que llevaba un halcón, llamó a un consejero amigo y le dijo:

-Sal y tráeme ese halcón.
-Yo conozco a ese pájaro
- le contestó el interpelado - . Se trata de un halcón muy joven, que aun no sabe cazar. No os conviene.
-Os suplico que salgáis a comprármelo.

El consejero titubeó, y Carlos le dijo:

-Venid conmigo.

Bajó a la calle y volvió con el pájaro, y sentándose junto a la ventana comenzó a desplumarle.

-Qué haceís, Señor?
- preguntó el consejero.

Carlos siguió su tarea y al cabo de algún tiempo dijo:

- ¿Me preguntáis que por qué desplumo al halcón? Y yo os contesto que porque es joven y no ha sido entrenado. Porque es joven se le tiene en poca estima y porque es joven también no se ha quejado cuando le desplumé. Lo mismo habéis hecho conmigo. Porque soy joven me desplumasteis a vuestro antojo, y porque soy joven no he sabido quejarme: pero tened en cuenta que en el porvenir seré yo quien os desplume a vosotros.



Detalle con el retrato de Carlos I de España, Adoración de los Reyes Magos, Castel Nuovo (1519)


Bibliografía:


Hackett, Francis: Enrique VIII y sus seis mujeres, Planeta DeAgostini, Barcelona, 1996.

http://en.wikipedia.org/wiki/Mary_Tudor,_Queen_of_France